Culiacán, Sinaloa.- Las niñas, niños y adolescentes son especialmente vulnerables en contextos de violencia, ya que pueden padecer secuelas emocionales y psicológicas como miedo, estrés, ansiedad, problemas del sueño, cambios en sus hábitos alimenticios y afectaciones en su manera de relacionarse con otras personas, informó la psicóloga infantil y adolescente María de los Ángeles Vizcarra Rojas.

Desde su experiencia clínica, la especialista mencionó que las y los niños que han llegado a consulta en las últimas semanas han presentado síntomas físicos y emocionales derivados de la crisis de seguridad que se vive en algunas regiones de Sinaloa. Los síntomas más comunes son dolores de cabeza, de estómago, fatiga y episodios de ansiedad.

“Esto claramente puede estar afectando en diferentes áreas a nuestros niños, desde el área de patrón de alimentación, patrón de sueño, el área de somatización, puede inferir en que los niños tengan alterados sus patrones de sueño hasta tener pesadillas recurrentes por lo que se está viviendo”, dijo.

 

Añadió que las y los niños que han sido expuestos a estos hechos de violencia pueden tener dificultades para regular sus emociones y presentar problemas para relacionarse con otros niños, esto también como consecuencia de no acudir a las escuelas de forma presencial.

“Pueden tener inclusive un comportamiento de retraimiento, de timidez, dificultades para relacionarse con sus compañeros o inclusive un comportamiento defensivo o agresivo porque esas son las secuelas del estrés ante la ola de violencia que se ha estado viviendo”, dijo.

 

Vizcarra Rojas mencionó que la huella emocional y psicológica también dependerá de la proximidad que las infancias están teniendo con la violencia, ya que pueden ser testigos directos, es decir, que hayan presenciado una situación de violencia, o testigos indirectos al ver constantemente videos o noticias alarmantes sobre los hechos violentos.

Ante este impacto en la niñez y la adolescencia, la psicóloga mencionó que es importante el rol que tienen las madres, padres, cuidadores y redes de apoyo familiar en la creación de espacios seguros donde las niñas y niños puedan expresar sus miedos y sentir que son escuchados.

“Empezar desde el hogar, la escuela o la comunidad en la que nos encontramos puede ser un espacio seguro emocionalmente donde el niño puede sentirse escuchado, puede sentir que puede expresar sus temores, sus miedos y sus angustias y que va a ser escuchado, que va a ser comprendido”, dijo.

 

Asimismo, recomendó técnicas como la respiración, el juego y actividades que ayuden a los niños a liberar su estrés.

Finalmente, añadió que es necesario que los adultos comiencen a regular sus propias emociones en presencia de las infancias, pues los niños suelen absorber todo y si los padres actúan de forma tranquila y manejan la situación de manera asertiva, puede ayudar a generar una mayor sensación de seguridad.

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