Culiacán, Sinaloa.- “No te equivoques como yo me equivoqué. Tú sí cumple tus sueños. Yo me equivoqué y la pagué muy caro”, contó Elio Ayala Trizón a más de 100 alumnos de primaria en Culiacán.
Las niñas y niños de entre 10 y 12 años escucharon atento al hombre que, tras 11 años sin consumir drogas, hoy comparte su experiencia para que otros no cometan sus mismos errores.
A través del teatro, su historia de vida marcada por las carencias emocionales, la soledad y sentimientos de coraje y abandono, se vuelve una herramienta para alejar a las infancias de Culiacán de las drogas. Una labor que, indicó, le da la satisfacción de contribuir a que otros no sufran el destino al que él se embarcó a la temprana edad de 12 años, y la fortaleza para seguir día a día luchando contra la enfermedad que es la adicción a las drogas.
“Es un granito de arena para que el futuro de un joven, de un niño, sea mejor. ¿Para qué? Para que no caigan en esta mortal y nefasta actividad que son las sustancias. Muchos sueños se han quedado inconclusos y están tirados ahí en la calle en un consumo de drogas, y hoy dar este testimonio en las escuelas me da la fortaleza para seguir día con día luchando con esta enfermedad”, contó.
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Datos de Servicios de Salud de Sinaloa indican que cada vez son más los casos de menores atendidos en hospitales por intoxicación por drogas, y cada vez se registran a edades más tempranas.
La autoridad identifica dos grupos de edad afectados por intoxicaciones: niñas y niños menores de tres años, cuyo consumo fue accidental; y adolescentes de entre 13 y 17 años, que consumen sustancias de manera intencionada.
Las drogas más comunes son mariguana, metanfetamina, fentanilo y cocaína.
Datos de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016-2017 (ENCODAT), última realizada a la fecha, muestran que el consumo de sustancias en menores de entre 12 y 17 años de edad ha ido incrementando para prácticamente todas las sustancias medidas, tanto en niñas como en niños.
En Sinaloa, ha reconocido el secretario de salud, Cuitlahuac Gonzalez Galindo, se han dado casos en menores desde los 10 años de edad, sin que las autoridades cuenten con espacios o personal suficiente y especializado para atenderlos.
Ante está realidad, la clínica de tratamiento contra las adicciones, Comunidad Sinaí, mantiene un programa en el que Elio, junto a la psicóloga Edna Payán y el actor Víctor Quintero, llevan dramatizaciones a escuelas primarias de Culiacán con el fin de concientizar a alumnos de cuarto, quinto y sexto año, sobre las consecuencias del uso y abuso de sustancias.
Con el apoyo de Construyendo Paz y la colaboración del personal docente de las escuelas, desde hace dos meses este equipo ha llevado un mensaje de confianza y amor propio a niños y niñas de 50 primarias, buscando brindarles herramientas emocionales para decir no a las drogas.
El pasado miércoles 14 de mayo tocó el turno a la primaria Profesor Roberto Hernández Rodriguez. Su explanada se convirtió en un teatro improvisado donde alrededor de 100 niñas y niños observaron atentos la dramatización de la historia de Elio, escucharon su testimonio de vida y preguntaron sus dudas al respecto en un espacio de confianza y libertad.
“Eso es lo que estamos trabajando. Llevar las herramientas necesarias para que ese niño, ese joven, sepa decir que no, y sobre todo que se dé cuenta a dónde lo va a llevar, dónde va a ir a parar por el consumo de drogas”, explicó Elio.
La intervención inició con Elio caracterizado como típicamente se identifica a una persona que padece de adicciones, una canción en tono reflexivo, y la colocación en hilera de diversas sustancias sobre el “escenario”.
Una vez frente a las infancias, Víctor, caracterizado como la muerte, ofreció a Elio una por una estas drogas, mientras este gesticulaba sentimientos de tristeza, desesperanza y desesperación.
Primero le pasó el alcohol, que Elio bebé sin mostrar un dejo de placer, le siguieron unos cigarros, que Elio fingió encender. Tras esto tocó el turno a una bolsa de polvo blanco, que hizo la parte de Cocaína y que, pese al dolor mostrado, Elio también fingió consumir. Trás el polvo siguió un foco, una jeringa y finalmente la muerte le acercó una cuerda con la que se intentó colgar.
En este momento, en el que la desesperación lo ha llevado al límite, Elio fue rescatado por un par de niños que, ataviados como ángeles de la guarda, hicieron la parte de aquella persona que hace 11 años lo salvó de acabar con su vida.
En la dramatización, que dura apenas entre 10 y 15 minutos, los infantes mostraron distintas reacciones. Mientras que unos observaban atentamente con la mirada perpleja, otros apartaron la mirada con un gesto de confusión. Unos cuantos más comentaban con sus compañeros. La obra no dejó a ninguno indiferente.
Al finalizar, los infantes aplaudieron con fuerza para a continuación escuchar el testimonio de vida de Elio como consumidor de drogas.
Elio contó su historia sin reservas, ajustó el tono de sus anécdotas a la edad de su público, pero sobre todo reconoció la importancia de que estas niñas y niños pudieran conectar con la historia que estaba a punto de contarles.
“Yo me llamo Elio Ayala Trizón. Soy adicto en recuperación. Tengo 11 años que no consumo ninguna sustancia”, empezó.
“Mi inicio en las drogas fue a los 12 años. Tenía muchos sueños, muchos anhelos, muchos propósitos, pero yo venía de una situación donde mis papás se estaban divorciando”, continuó.
“Me empecé a llevar más en la calle y llegó el momento en que un amigo de la infancia me hizo la invitación, que con esta sustancia mi vida iba a cambiar, que iba a encontrar felicidad y que no me iba a importar nada. En lo que sí tuvo razón fue en que mi vida iba a cambiar. Mi vida sí cambió, pero se convirtió en un infierno. En un en terror”, explicó.
El consumo de drogas, compartió, le arrebató su sueño de ser futbolista profesional y deterioró la relación con su familia a tal nivel que llegó el momento en que sus hermanas y madre le tenían miedo.
En la escuela los maestros se daban cuenta de su adicción y, ante los reclamos y los intentos de apoyarlo, prefirió alejarse para vivir en la calle.
Elio pasó por dos procesos penales que lo llevaron a la cárcel y estuvo 20 veces internado en centros de rehabilitación. Su cuerpo, lleno de cicatrices, también es testimonio de una vida de adicciones, pero las cicatrices las lleva también en lo psíquico y emocional.
Las drogas, advirtió a los menores, afectaron a su cuerpo y a su mente, muchas veces sufrió ataques psicóticos, delirios de persecución y episodios de ira y, al día de hoy, aún sufre de lagunas mentales provocadas por las drogas.
“Se me olvidan las cosas y me da mucha vergüenza tener que volver a preguntar “¿Qué me dijiste? Pero lo tengo que hacer”, contó.
Hace 11 años sintió que había tocado fondo y decidió quitarse la vida. Pero una persona desconocida lo salvó y fue su apoyo para buscar reconstruir su vida después de las drogas acercándolo a la clínica Comunidad Sinaí.
Tras rehabilitarse pasó a formar parte de su equipo como consejero en adicciones, terminó su preparatoria y ahora está a punto de graduarse como psicólogo. Elio también se casó y vive una vida tranquila y sin carencias junto a su pareja. Su trabajo e historia de vida lo han hecho acreedor al premio Coltzin en la categoría de jóvenes rehabilitados productivos y ha podido llevar su historia a sitios tan lejanos como Colombia.
“Es lo que yo te traigo como mensaje, como propósito. Yo sé que a lo mejor tú tienes sueños, tienes propósito y tienes metas. Lucha por cumplirlas. No te equivoques como yo me equivoqué”, terminó.
Elio contando su historia de vida a las infancias. FOTO: César Ernesto Hernández.
Una vez finalizada la obra y el testimonio, la psicóloga Edna Payán tomó el micrófono para dar inicio a una sesión de preguntas y respuestas en el que las niñas y niños mostraron su curiosidad y preocupación ante la información que acababan de recibir.
“¿Por qué tomaba drogas?”, “¿Por qué las drogas hacen eso?”, “¿Las drogas pueden quemar las neuronas?”, “¿Qué es más fácil, drogarse o mantenerse sano?”, “¿Porque fabrican las drogas?“, “¿Llegaste a pelear en la calle?”, “¿Porque no confiaba en los demás?” y “¿De qué sustancias está hecha la droga?”, fueron algunas de las dudas.
“¿Que te hizo que dejaras las drogas?”, le preguntaron a Elio. “Una persona empezó a confiar en mí”, respondió.
Además de compartir una historia de vida real, para la psicóloga Edna Payán una parte central de estas intervenciones es el poder generar en las niñas y niños la seguridad de contarle a sus padres y maestros sobre sus sentimientos.
“Con la dinámica de prevención de adicciones que traemos, ellos tienen la seguridad de compartirnos situaciones que les han ocurrido e impacta muchísimo porque al ver ellos un evento real, la historia de vida de una persona, a ellos les da la confianza en sí mismos de poder hablar de sus sentimientos, sus emociones, algo que normalmente tratan de evadir”, explicó.
Es justamente esta falta de espacios seguros para compartir lo que muchas veces dificulta que los jóvenes puedan acudir a adultos que los ayuden a reconocer y trabajar en sus emociones. Como consecuencia, las niñas y niños guardan sus necesidades y son captados por soluciones fáciles y más dañinas como el consumo de drogas.
Así, mediante estas intervenciones, han podido identificar a múltiples niñas y niños que han experimentado el consumo de drogas en sus círculos más cercanos. Pero ante está identificación, los maestros han reconocido que no están preparados para atender este tipo de situaciones, y han solicitado a Comunidad Sinaí capacitaciones para poder canalizar y atender estos casos.
Ante esto, la psicóloga destaca la importancia de brindar amor y herramientas emocionales a las niñas y niños desde el hogar, pues el simple hecho de decirle “Descansa” o “Te quiero” a tu hijo por las noches impacta muchísimo en su sentimiento de protección y seguridad.
“Por la mañana al despertar ese niño va a ser sentirse amado, va a sentirse protegido, querido. y eso va a hacer que en la escuela llegue con más ilusiones, con más ánimo… En ocasiones lo que dificulta esto es que cada uno de los niños protege su sentir para no sentirse vulnerables ante los demás”, explicó.
En este sentido, recomendó a los padres de infancias el no olvidar que, a la par del sustento económico, las niñas y niños también requieren de un sustento emocional.
“Porque cubrí una necesidad económica ya doy por hecho de que lo quiero, pero en realidad no es así. A veces se requiere un abrazo, se requiere una palabra de cariño y aliento y eso genera pues esta seguridad dentro de casa”, señaló.
“Es muy importante la educación emocional desde casa. El que tú le digas a tu hijo, “Te quiero”, te da la oportunidad y la ventaja de que más adelante cuando él tenga alguna dificultad, cualquier situación que se le presente, vas a ser la primer persona al que él va a recurrir y no va a tener nunca la oportunidad de consumir ninguna adicción”, puntualizó.
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