Ciudad de México.- Pobreza, menor salario, trabajos precarios. Esa es la realidad que persiste para la mayoría de las mujeres en México, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Con base en el Sistema de Indicadores sobre Pobreza y Género en México (SIPyG), que abarca seis años (2016-2022), a nivel nacional el empleo sin pago fue hasta el doble de frecuente en las mujeres con respecto de los hombres.

No solo eso. El tipo de empleos al que accede la población total es predominantemente sin seguridad social, pero se acentúa en contextos de pobreza donde en promedio 92 de cada 100 mujeres ocupadas no tuvieron acceso a la seguridad social como prestación laboral.

En cuanto al salario, además, el que perciben las mujeres es menor al de los hombres, acentuado en contextos de pobreza donde, en promedio, las mujeres ganan 75 por cada 100 pesos que perciben los hombres.

 

En ese sentido, las dos candidatas a la Presidencia de México han propuesto una serie de medidas en la materia. Por ejemplo, Claudia Sheinbaum Pardo, ha planteado, entre otros puntos, la creación de un Sistema Nacional de Cuidados gestionado por el DIF para que el Estado tome tareas de cuidados, así como la creación de centros para el desarrollo económico para las mujeres.

Xóchitl Gálvez, por su parte, ha puesto sobre la mesa reactivar el sistema de estancias infantiles, encaminadas a garantizar el desarrollo de los menores en los primeros años de infancia y expandir las escuelas de tiempo completo en las entidades federativas.

En la imagen, una mujer pide dinero en la entrada y salida del Metro Cuauhtémoc. Foto: Graciela López.

Aunado a todo esto, los hogares con jefaturas de mujeres son los que presentaron mayores presiones económicas para solventar sus necesidades, ya que registran mayor población dependiente económicamente.

Esta serie estadística del Coneval, abarca temáticas sustanciales para los análisis de las desigualdades de género y sirve “también para visibilizar cómo la construcción sociocultural del género incide en el desigual acceso a derechos sociales y al bienestar económico entre mujeres y hombres”.

 

Los hallazgos permiten cuantificar las problemáticas que se piensan que no son reales y además les da una dimensión.

Por ejemplo, en el periodo analizado, las jornadas de empleo fueron menores en mujeres que en hombres, mientras que las del trabajo no remunerado en el hogar fueron mayores.

Las mujeres accedieron a empleos remunerados de 36 horas a la semana, mientras que los hombres a empleos de 45 horas.

Por el contrario, la jornada semanal del trabajo del hogar no remunerado fue más extensa en las mujeres, con un promedio de 32 horas, mientras que en los hombres se redujo a menos de la mitad, 14 horas.

Las características de ese horario determinan un menor salario aunado a una sobrecarga laboral ya que el trabajo de cuidados representa de jornada y media a jornada laboral completa.
También esto lleva a las mujeres a una pobreza laboral y las aleja de la dependencia económica lo que en muchos casos deriva que aguanten situaciones de violencia en sus hogares por las pocas opciones para subsistir fuera de éstos.

La brecha en la participación económica se situó alrededor de 26 puntos entre hombres y mujeres y aumenta conforme se presentan mayores responsabilidades de crianza que recaen principalmente en las mujeres.

 

Entonces, ser padre aumenta la inserción laboral a casi un cien por ciento, y se mantiene en esos niveles independientemente de la edad de los hijos y la situación de pobreza. En cambio, ser madres se asocia a mayores niveles de empleabilidad hasta que las hijas(os) son mayores de 5 años.

El Coneval señala que las mujeres percibieron aproximadamente 25 pesos menos por hora respecto a los hombres y se acentúa en los niveles educativos más bajos; entre las personas ocupadas con educación básica, las mujeres en situación de pobreza percibieron 75 pesos por cada 100 de los hombres.

El empleo subordinado sin pago fue hasta el doble de frecuente en las mujeres respecto de los hombres, principalmente en las mujeres de 65 años o más y en situación de pobreza. De esta forma, de 2016 a 2022, más de un tercio de las adultas mayores en pobreza trabajaron de manera subordinada y sin retribución económica.

Y es trabajo sin seguridad social, ya que 76 de cada 100 ocupadas en pobreza no han tenido seguridad social en sus distintos trabajos; mientras que en los hombres esta razón bajó a 64 de cada 100.

 

Son un tercio de los hogares en México tanto en situación de pobreza como fuera de esta declararon tener jefatura de mujeres y son los que se encuentran en mayor riesgo de enfrentarse a presiones económicas para solventar sus necesidades, ya que cuentan con mayor población dependiente.

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