En tres entregas publicadas del 29 de abril al 1 de mayo ESPEJO presentó el especial realizado por el periodista Marcos Vizcarra sobre los cimientos poco visibles del boom inmobiliario que registra Mazatlán para ofertar al turismo espacios de hospedaje, y al mismo tiempo crear una complicada situación tanto regulatoria como de tipo social y económica que no en todos los casos reditúa ganancias e historias alegres.

El reportaje da cuenta de más de mil torres de departamentos que emergen con el permiso de las autoridades municipales que pasan por alto normatividades ecológicas y de uso de suelo, elevan los precios de las viviendas y repercuten en servicios públicos que no se les otorgan de manera satisfactoria a los habitantes, cuantimás a los que optan por pernoctar en edificios donde el agua potable no sube ni las aguas negras bajan.

 

El notable crecimiento de la actividad turística en Mazatlán adolece de planeación y conciencia social con derivaciones para mazatlecos y foráneos que observan cómo las descargas del drenaje sanitarios afloran en el lugar menos pensado porque las once plantas tratadoras, con capacidad de procesamiento es de 1,060 litros por segundo, no alcanzan a atender los flujos de aguas negras que aumentan al doble en temporadas turísticas altas.

Al mismo tiempo el impacto del auge de departamentos con enfoque turístico afecta la disponibilidad y acceso a la vivienda de carácter social con el encarecimiento de esta y la especulación con el suelo urbano, sin traducirse en mejor futuro para las 27 mil 337 personas que habitan viviendas de baja o nula calidad, 17 mil 647 que no cuentan con servicios básicos, 5 mil 800 que habitan viviendas con piso de tierra,  6 mil 200  que habitan en viviendas con techos de material endeble, 3 mil 100  que viven en viviendas con muros de material endeble y 24 mil 500 que viven en hacinamiento.

El reto de empatar el progreso del sector turismo con las necesidades de mejora y bienestar de los mazatlecos compete a gobierno, empresarios y ciudadanos para detener la tendencia a zonas cada vez más caras y privilegiadas en contraste con crecientes cinturones de pobreza relegados en los planes de desarrollo.

 

El boom inmobiliario no es malo, lo inadmisible es que el buen nivel de vida de unos signifique la marginación de otros y el deterioro de la naturaleza.

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