La polémica por el regreso a clases presenciales en las zonas de Sinaloa afectadas por la violencia es resultado del miedo colectivo que tardará más tiempo en procesarse que en otras jornadas de inseguridad, por lo tanto las autoridades educativas deben ser muy sensibles ante el sentir de alumnos, padres de familia y maestros que consideran que el peligro no da condiciones para asistir a las escuelas.
Las desafortunadas posturas de la titular de la Secretaría de Educación Pública y Cultura del Gobierno de Sinaloa, Catalina Esparza Navarrete, al minimizar la situación de riesgo en los planteles escolares, dista de la responsabilidad de los servidores públicos que deben ser los primeros en aportar para el regreso de la paz y la debida protección de los ciudadanos y sus derechos.
Parecen ser el signo de estos tiempos los exabruptos de funcionarios militares y civiles que a nada abonan para que la población se concentre en estar y sentirse tranquila ya que gasta sus energías en contrarrestar medidas y declaraciones hechas al vapor, sin ceñirlas a la realidad y la razón, y en implementar desde los hogares los protocolos propios de la anarquía que genera la delincuencia enfrentada en disputas por territorios y mercados del narcotráfico.
La normalización de las actividades educativas vendrá a partir de procesos naturales después de que la violencia cese y la ciudadanía retome confianza, sin que sea forzado el retorno a las aulas por el capricho de una persona o por decreto de un gobierno, porque en la prevención y atenuación de riesgos las instituciones y quienes las presiden, no sólo ahora sino siempre, han sido omisas y preponderan los criterios políticos encima de medidas efectivas.
El operativo de proximidad de centros escolares es una decisión pertinente y tendrá que ser de largo aliento en vez de implementarse sólo en este período de crisis de la seguridad pública. En la medida en que los padres de familia y maestros vean que se reponen garantías de ley y orden, los alumnos regresarán a las escuelas y superarán las consecuencias lectivas y emocionales que les dejará esta nueva ola de violencia. Antes, no.
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