Con campañas de ataques sin pausas entre ellos mismos, la agenda por la paz que firmaron ayer las candidatas y el candidato a la presidencia de México da la impresión de tratarse sólo de una pose política, la foto de ocasión, que no trae implícito el programa ni ideas o voluntades para la pacificación del país con estrategias económicas, sociales y de gobierno que atiendan el fenómeno de la violencia desde sus causas estructurales.

La convocatoria de la Conferencia del Episcopado Mexicano que reunió a Claudia Sheinbaum, candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia; Xóchitl Gálvez, postulada por el bloque de partidos Fuerza y Corazón por México, y Jorge Álvarez Máynez, de Movimiento Ciudadano, contiene antes que cualquier otra cosa una buena intención planteada al calor de la coyuntura electoral, sin embargo, carece de las bases para la construcción de paz verdadera y duradera.

Nada se especifica de las acciones a tomar por cualquiera de los firmantes, mientras que la realidad sí da abundantes muestras de la barbarie que domina en México, de costa a costa y de frontera a frontera, tales como las masacres perpetradas por criminales, los asesinatos de candidatos o líderes de partidos políticos, el cobro de piso que impone la delincuencia organizada, los atentados contra periodistas, la brutalidad reiterada contra los del movimiento de Ayotzinapa, las desapariciones forzadas y los feminicidios.

 

Inclusive Sheinbaum, la candidata del presidente López Obrador, firmó la agenda para la paz bajo protesta en algunos puntos al no aceptar la descripción del problema entre comillas en el tema de seguridad en sus primeros tres párrafos, donde por ejemplo se afirma que “aunada a estas grandes redes de criminalidad, ha aumentado en México la delincuencia común, alimentada por la marginación y la búsqueda de reconocimiento y justicia social”.

Se trata de un compromiso más que quedará en el papel y similar al que realizó en 2018 el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en cuanto ganó la elección que lo llevó al cargo lo hizo trizas para imponer la lamentable política pública de “abrazos, no balazos” que convierte a México en rehén de criminales y víctima colateral del Estado que deja hacer y deja pasar la crueldad y poderío del crimen.

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